lunes, 1 de marzo de 2010

Costumbres y tradiciones en el Valle de México: Los carnavales del Peñon de los Baños

 

“Voy de paso a chapinguito, voy contento a pescar, que bonito  peñoncito, que le gusta el carnaval”

Resalta en las inmediaciones del Aeropuerto Benito Juárez, un cerro agreste y pequeño; Tepetzinco, o el cerrito, que desde hace miles, sino es que millones de años, de su cuerpo volcánico, mana como fuente, un agua sulfurosa, caliente y mineralizada. El lugar fue un centro religioso en donde los médicos aztecas recetaban, aliviaban y se remojaban en temascales naturales. El ojo del mineral se convirtió en un importante centro ritual.

Hoy el mineral es cuidado y resguardado por una de las más antiguas capillas franciscanas, construida entre el siglo XVI y XVII. Durante un tiempo fue un monasterio, luego hacienda, hasta que don Porfirio Díaz concedió a su cuñado don Manuel Romero Rubio el uso del agua medicinal para embotellarla, pero el negocio terminó y vino un periodo de abandono. Los baños todavía existen ocultos entre unos edificios multi-familiares.

 

 
El Peñón es  hoy es un aplastante hervidero de casitas, hace más de quinientos años, era un islote bordeado por le lago de Texcoco.
Los mexicas bautizaron las aguas con el nombre de Acopilco, o sea, “el lugar de las aguas de Copil”. Copil fue un mítico personaje hijo de Malinalxoch, una hechicera hermana de Huitzilopochtli que acompañaba a los mexicas en su camino a la cuenca de México. Malinalxoch, abrumaba con sus sortilegios y causaba conflictos entre los peregrinos. Abusando de su sueño decidieron abandonarla en un lugar cercano a Tula y prosiguieron su marcha. Al despertar Malinalxoch se sintió indignada y se dirigió al pueblo de Malinalco, donde fijó su residencia. Años más tarde, Copil decidió cobrar la afrenta a su madre, tomando como pretexto la inconformidad de los antiguos señoríos independientes, que consideraban a los mexicas como intrusos, crueles y groseros. Copil subió hasta la punta del cerro del Tepetzinco  para atacar a los advenedizos, sin embargo, su tío Huitzilopochtli, ya sabía de sus maldades, así que ordenó que lo tomaran descuidado y le extirparan el corazón. El órgano sangrante fue arrojado lo más lejos posible de la laguna. De ahí nació un tunal en donde los mexicas vieron postrar un águila que al mismo tiempo devoraba una serpiente, después le nombrarían Tenochtitlán.  
Adentro de la colonia del peñón, hay un enorme mural que ilustra la leyenda de Copil, la historia está cuidada por un artista local que imprime los orígenes  del pueblo. Porque para muchos el peñón todavía es pueblo. A principios de 1950 vino a deprimir la zona, la construcción del aeropuerto internacional, el gobierno le compró a los ejidatarios grandes extensiones de tierra, pero el aeropuerto se ha ido comiendo los linderos, y se sabe que lo que hoy es el peñón, es tan sólo el 40% de lo que era.  Pero ni la invasión del metro, ni el circuito interior, ni la avenida Río Consulado, pudieron detener las tradiciones que se venían haciendo desde finales del siglo XIX, aunque  la fecha es inexacta, la tradición de los carnavales al parecer llegó al peñón junto con la tradición de la representación del 5 de mayo, en donde año con año, participa todo el pueblo, más de 4, 000 actores se caracterizan para la recreación.

Me platican que los carnavales se hicieron famosos durante la revolución, y que antes duraban hasta 3 meses, desde el principio fueron fiestas religiosas en donde el pueblo se burlaba de los hacendados de antaño, gente rica que celebraba de manera holgada y suntuosa a puerta cerrada. Afuera los trabajadores también celebraban las fiestas de la carne y el derroche, antes de los días de abstinencia. Los hombres se vestían de mujeres, portando vestidos largos, y máscaras de cera con barba postiza, sombrero, saco y corbata. Aún reciben el nombre tradicional de huehues, y su papel pervive en el carnaval, son los organizadores que guardan el anonimato atrás de las máscaras, haciéndola de botero, con un látigo en la mano, las mujeres salían vestidas como chinas poblanas.
Desde hace unos 60 años por rensillas familiares el pueblo del peñón se dividió en 3 barrios, el barrio del Carmen, el barrio de los Reyes y el barrio de la Ascención, cada uno tiene su propia capilla. Aquí en el peñón, el carnaval como en otros lugares, comienza 3 días antes del miércoles de ceniza, y se sigue la costumbre familiar, de juntar dinero durante todo el año para sus disfraces, así como de juntar también para pagar a las bandas de música que motivan los bailables.
La gente se esmera mucho en sus trajes, hay quienes no bailaron porque no  consiguieron suficiente dinero para disfrazarse, aunque ya eso no es ningún impedimento para carnavalizarse, porque también lucen mucho los que con su ingenio se confeccionaron sus trajes de manera artesanal, como las cuadrillas de ex- presidentes, presidiarios, arlequines, verdugos, payasos, duendes, y fusileros.



Hay quienes se mandan a hacer lujosos  trajes que emulan la fastuosidad de los pomposos vestidos y máscaras al estilo europeo, hay cuadrillas de color rojo que son los soldados ingleses, azules que son los escoceses, cuadrillas verdes con sombrillas y abanicos.
Aunque la delegación ha intentado prohibir o acotar el despiporre, el pueblo tiene la voluntad de no olvidar, y de salir por una semana entera a ponerle a la bailadera y  tomadera, que se ameniza con micheladas de treinta pesos.
Para el señor Manuel  Perea (Sonido Fascinación) nativo del peñón, los carnavales de unos veinte años para acá han cambiado mucho, ya que se han visto invadidos por los escopeteros, don Manuel recuerda que antes los músicos del carnaval interpretaban pura música de cuerda, con salterios, violines y guitarrones, música tradicional mexicana originaria de Guanajuato, la música también se volvió tradicional ya que la absorbieron muy bien, su padre tocaba el violín y acompañaba a las comparsas, su papá tocaba en “La Orquesta Perea” en algunas cantinas clandestinas y en especial en un lugar fundacional de nombre Club Peñón. De España se tomó el paso doble y de holanda la polka, desde hoy se siguen tocando esas melodías por bandas locales como la de “Los Compadres” de Antonio Toris. O la que dirige el señor Silverio Fuentes López, la original Banda de San Juan de Aragón, todas las bandas interpretan la música tradicional mexicana como; el barrilito, el siglo XX, la cucaracha, el zopilote mojado, me vienes guango, la polka de la panzona, la cucaracha, el cielo andaluz, todas suenan una y otra vez durante el carnaval.
Las festividades han venido evolucionando, desde hace unos veinte años  se unieron a las filas del carnaval los escopeteros del 5 de mayo, esto le ha dado un matiz bastante violento al carnaval, las descargas de pólvora, son tan estruendosas que han arruinado la convivencia de antaño, dejando secuelas negativas en los caracterizados y bailadores, como sordera,  pérdidas de falanges y manos. Y es que la euforia, combinada con el salvajismo y bravura de los fusileros, atosigan con sus disparos, y  remiten a los empistolados del México bronco, que a diario salpican con historias de terror a diestra y siniestra.
El control de la fiesta lo llevan todos esos soldados nazis enmascarados,  robots carabinieri, y monstruos militarizados que se descuelgan peña abajo y peña arriba, corriendo y disparando junto con una acelerada bulla, impregnada de gritos y arengas festivas.  



El miércoles es el día más importante en el carnaval, al caer la tarde se acerca una tradición más, la representación del ahorcado. En los bailables  por momentos se metía a la turba un personaje caracterizado de ladrón, que se supone asaltaba haciendas, robaba vacas, y todo lo repartía a los pobres, en el carnaval baila todo el tiempo con una novia, la cual el bandido se supone había robado. El miércoles el ahorcado se representa en el barrio de la Ascensión, justo afuera de la iglesia católico- ortodoxa, el bandido es ajusticiado arriba de una tarima, abajo bailan verdugos, travestis, ratones  y conejos gigantes, que al alumbrarse la culminación del rito, arremeten tronando sus escopetas. El pueblo pide misericordia, pero el largo brazo de la ley, cae sobre de él y es llamado a la horca, el señor David Vázquez lleva representando 20 años el papel del ladrón, antes de ser colgado exhala por el micrófono una somera exaltación a los originales del Peñón; “No olvidemos a los primeros organizadores del carnaval, a la Maestra Matilde Márquez, Rafael Arista, Isiquio Rodríguez, Timoteo Rodríguez, Don Quirino Sánchez, y sus padres que les heredaron las tradiciones del carnaval”.

Un huehue bailador de 82 años don Facundo Rodríguez, nativo del Peñón, nos cuenta que su padre fue ejidatario y que todavía él, alcanzó a vivir de la laguna de Texcoco, de la zona lacustre de donde se sacaban pescados, patos, y se cosechaba un tipo de mosquito, mal llamado mosco, porque en verdad es una chinche acuática, de la cual toman su huevera, y le nombran ahuautle, los huevecillos son guisados y conocidos como “caviar mexicano” comúnmente se usa como sustituto de camarón para los romeritos, o revoltijo, muy ricos en tortas y tamales, los españoles aprendieron a comerlos en cuaresma ampliando su demanda en estas fechas.
En  domingo se celebra también la representación del ahorcado, sólo que ahora en el pintoresco barrio del Carmen, el carnaval cierra al filo de las siete de la noche con un gran baile callejero. Como es costumbre en la calles de la “Colombia chiquita” aquí en donde el carnaval no es la norma para vivir un ambiente festivo y carnavalesco, la colonia se ganó su apodo por el sabor original y bullanguero de sus sonidos que levantaron el ambiente tropical del oriente de la ciudad, inundando con los ritmos que se empezaban a importar de Colombia y Cuba, como el mambo, el merecumbé, el porro, la cumbia colombiana, éxitos que hoy son un clásico en el radio como “La pollera colorada”, “Mi cafetal”, e infinidad de éxitos de la Sonora Dinamita.




Texto: David Somellera / Fotos: Abelardo Martín